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La exigencia de ser

Hoy hace dos semanas llegué a la isla, todavía me cuesta entender y poner en palabras lo que estoy sintiendo, viviendo.


Si tengo que decir que es lo que he experimentado más durante estas primeras semanas intensas, es la resistencia. Una resistencia brutal, como si mi cuerpo estuviera dividido en dos mitades que tiran para lados contrarios, a veces se retuercen intentando desprenderse, sin éxito.


Algunos hilos se reventaron apenas llegué, otros se sienten más como cuerdas atadas con fuerza.


La mayor parte del tiempo están en una especie de capoeira, lo nuevo invitando amablemente a irse a todo lo que ya no. Una especie de ritual de despedida, un duelo.


Por momentos la danza se pone un poco más violenta y ahí es cuando necesito volver a mi, soltar un poco la exigencia. Uf, la exigencia…


La exigencia es una de esas cuerdas, que si bien ya sabía cargaba, no era consciente de cuanto me pesaba y bloqueaba.


La semana pasada me compre una libreta que la llame “de descarga”. Ayer me senté en un café en una esquina sobre una calle no muy transitada, me pedí un café y la abrí; al principio estaba sola y salieron algunos garabatos. Luego de unos minutos se sentó una pareja en la mesa de al lado y automáticamente me tensé, ya no me salía nada; ¿Te parece que esto es digno para que alguien lo vea?, ¡¿Qué me está pasando?!.


Lo terminé viendo claro, me tengo enjaulada en mi propia exigencia.


Esa resistencia a dejarme ser y mi lado lógico preguntándose, Ok, ¿Cómo voy a dejarme ser algo que no sé bien que es? , ¿Qué es dejarse ser?, ¿Quién soy?. Intentar dejar las expectativas de lado, mías y de los demás, mirar el hoy sin intentar mirar más allá.


En este momento estoy viviendo en una habitación en Calatrava, en la parte del casco antiguo. En ella vive Ewa, una veterana polaca y su hijo Olaf. Al principio dudé, si bien me había caído bien culturalmente podíamos ser muy distintos. La realidad era que necesitaba si o si encontrar un lugar dónde quedarme y lo cuento porque me parece importante decirlo, no todo es fácil como se ve en Instagram.


El apartamento esta dentro de un palacio de monjas increíble, la ubicación es genial, cerca de todo y con un silencio que no había experimentado jamás. Ewa terminó siendo una persona generosa y pintoresca, llegó cuando la necesitaba.


A unos metros, tengo varios talleres de cerámica y pintura. Si me hubieran dicho hace 7 años si estaba dispuesta a vivir en una habitación, con personas tan distintas, en otro continente, mi respuesta era un rotundo no. Pero haberme dado el permiso para conocerme y guiarme por mi intuición, me trajo a este lugar y no puedo estar más feliz.


Salir de la comodidad es tan doloroso como expansivo.


Me tengo catalogada a mi misma en una linda biblioteca de madera en carpetas separadas por colores y temáticas, no digo que esté mal, solo que algunas ya están llenas de polvo y no se leen bien; será tiempo de hacer espacio.



Ana.

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